miércoles, 23 de febrero de 2011

CANCIONES ALEGRES CON LETRAS TRISTES



Nada es lo que parece. Cuidado con fiarse del envoltorio de colores. Hoy luce un sol rabioso, un cielo azul violento. Cualquiera diría que ya es primavera. Cualquiera diría que el tiempo ha pasado. Hay sentimientos que obligan a llamar a la grúa, pero que al final resultan ser la vida. Nadie es lo que parece. La eterna mentira inevitable de desconocernos. La naturaleza humana, Es posible que solo digamos la verdad en lo que callamos. O que cercanía signifique distancia. Pero siempre bailaremos las músicas alegres. Aunque lloremos por dentro.

jueves, 17 de febrero de 2011

TOLKINIANA


Paseo por la Gran Vía y quiero creer que todo el mundo tiene los ojos grises. Las mujeres caminan como damas élficas, a diez centímetros del suelo. Los hombres ocultan su identidad de herederos de antiguos reinos bajo sus trajes de ejecutivos, sus monos de faena. La muerte es un gran don, una opción por amor. Por amor y por odio.

También hay orcos apostados en la oscuridad. Y seres inocentes. Magos buenos y magos malos. Y mundos subterráneos que guardan tesoros y tormentos, aunque nadie sepa distinguir bien los unos de los otros. Y un señor oscuro que es un faro en negativo, pero un faro, al fin y al cabo. Una referencia, aunque en dirección contraria.

Creer que aún existe la nobleza.

Y el valor.

Y la capacidad de sacrificio. Y de disfrute.

Y la dignidad de amar, de ser amado, de retirarse a tiempo, de reconstruir espadas y blandirla en el momento acertado, de no rehuir la eterna, necesaria, batalla.

Y águilas atentas en lo alto, redes a la inversa, dispuestas a frenar la caída, pero hacia el cielo.

Y árboles centenarios, milenarios, más poderosos de lo que nadie es capaz de imaginar.

Creer que aún podemos caminar descalzos por la colina de Cerim Amroth.


Hay días en que me gustaría resistir la tentación de ponerme el anillo. Por dejar de ver, de ser visible para las sombras.


(Y para rezar el rosario con Aragorn, perdón, conViggo Mortensen).

miércoles, 9 de febrero de 2011

JUANA DE ARCO


Piensa en el Challenger mientras siente que su manto empieza a arder. Aunque le da un poco de rabia lo de morir doncella, sabe que es la única manera de terminar con la guerra de los cien años. Así que lo da por bueno y se le escapa una sonrisa. La gente le grita bruja, demonia, miembra, cosas horribles, que le resbalan. Las peores son las que se guardan en silencio. Qué más da. Ya se lo dijo su psicoanalista: todos los sentimientos son legítimos, lo que hay que moderar es su expresión. Empieza a doler. Huele a quemado. El humo asciende, forma una nube en el cielo que será su único pecio. Un rastro solo para el aire. Una vez se posen en la tierra sus cenizas todo volverá a empezar. Sonríe ante los delirios que el dolor empieza a producirle. Imágenes sueltas. La nave espacial. Aquella caracola en su estantería. Pollo frito con salsa barbacoa. Por un instante duda, se arrepiente de haber destacado al delfín, al rey de Francia, entre todos los infames. Ha sido una buena decisión, aunque duela. El fin de una guerra, de un asedio, bien lo vale. Llevaban cien años quemándose, así que no importa tanto. Muchos arden de vejez, de desamores. Es por el bien común. Intenta respirar con el abdomen, mientras haya abdomen, mientras mantenga la consciencia. Más allá solo le quedará la confianza. Las cenizas que caerán sobre la tierra. Volver a empezar. No recuerda quién le enseñó la teoría del ave fénix, pero espera que no estuviera equivocado.

jueves, 3 de febrero de 2011

LA VIDA UN JUEVES


Hoy es jueves. Vivir se convierte en algo placentero. Escribir y pasear. Seguir respirando. Dar las gracias por sumar un día. Conversar, reír las bromas de mi padre. Soñar los mismos sueños. Sentir en la cara el tibio sol de febrero en Madrid. Deshacer un jersey, convertirlo en ovillos, y empezar a tejer. Esta vez un chaleco. Invitar a una cerveza a un nuevo amigo. Dejar de sentir ganas de romper objetos solo para ver si había un genio dentro. Desear que llegue el día, la hora y, cuando llega, no dejar que el miedo arruine el abrazo. Decirle un piropo al espejo. Volver a ilusionarse. Comprar el nuevo libro de Julio Llamazares. Planear la vuelta a la universidad. Ir al teatro con una buena amiga. Tener un proyecto, dedicarle tiempo. Darme cuenta de que no estoy cansada. Pelear con la compañía telefónica. Dejarle a Pasabán los ochomiles y reposar la vista en la llanura. Aprender a valorar la serenidad por encima de todo. Poco más. Y nada menos. La vida un jueves.