domingo, 31 de julio de 2011

MADRID


El descanso ha sido breve. Madrid huele a rutina, a polvo, al tiempo perdido de las desilusiones. Cada vez me encuentro más ajena en este espacio, entre el ruido y la furia de los cláxones. Mis pulmones me recuerdan el cieno invisible que habita el aire con palabras de asfixia y de insomnio. Vuelvo a mi rincón, a mi mesa de trabajo, a este ordenador. Veo a la gente por la ventana y me parecen los de siempre, pero ahora cargados con la laxitud de agosto, con esa soledad que desprende el asfalto al amanecer, a la hora de la siesta.

Madrid me muerde en el cuello y no me queda más remedio que dejarme. Tomar vitaminas cada mañana. Transfundirme letras, escribirlo todo. Hace tiempo que me convirtió en otra urbanita. Resentida y furiosa. ¿A quién morderé yo?, me pregunto, mientras concibo algún plan de escape y sueño con el día en que se abran todas las mazmorras.


viernes, 22 de julio de 2011

VACACIONES

Me tomo unos días libres. Pasadlo bien.

miércoles, 13 de julio de 2011

LLEGA UN MOMENTO


Llega un momento en que hay que aceptar las encrucijadas. Y dejar la obstinación de lo no logrado para otras reencarnaciones, por si acaso. Es decir, tomar una de las bifurcaciones. Y mejor hacerlo andando. Porque llega un momento en que hay que apearse del burro antes de que este se canse y nos apee por la orejas. Decir que no, y tal vez, salir corriendo. Y el burro que haga lo que quiera.

Llega un momento en que uno repara en que esa cosa informe, inestable, solitaria o no, bacheada a tramos, suave y lisa y amorosa a veces; esa cosa informe en la que, decía, el día menos pensado uno repara en que es su vida.

Eso que se puede dividir en días, en instantes, en sueños, en fantasías, en amores, en cursos escolares, en estados mentales, en cafés o en copas. En besos dados o no dados, en perdones, en portazos, en renuncias pacíficas. En carreteras secundarias, autopistas, autovías, caminos de cabras, caminos de baldosas amarillas. En sueños cumplidos, en sueños por cumplir. En eclipses presenciados. En novelas.

En cadenas.

Llega un momento en que hay que pagar el peaje y adentrarse en la autopista. Decidirse a quitar las cadenas, a resbalar, quizá a caer por algunos precipicios inventados. Y dejar que el burro vaya donde quiera.

miércoles, 6 de julio de 2011

PLATONISMO


Oigo tu nombre y las velas se inflaman de viento de repente. Una voz grita tierra desde lo alto del palo mayor. El horizonte deja de ser una amenaza para los mundos planos, allí donde la tierra se corta a cuchillo, donde todo termina, incluso lo que nunca se alcanza. Ahora allá hay algo donde poder posarse. Oigo tu nombre y me vuelvo caja de resonancia, dejo que flote, apenas me atrevo a pronunciarlo. No sea que al sol travieso le dé por reverberar, por conjurar cantos de sirena, y la tierra firme resulte ser el rascacielos que crece en la arena de todos mis desiertos. Oigo tu nombre y me alegro tan solo porque existes, porque alejas mis ansias de galerna, mi extraña querencia por lo tóxico, la desesperanza. Me haces creer que existe junto a ti la generosidad, y la alegría, sin ser cursi, ni blando, con astucia y trabajo. Oigo tu nombre y recupero la confianza en la bondad. En la bendición del compromiso, de querer dar, con la sencillez de quien acepta sus defectos.

Alguien grita tierra en lo alto del palo mayor. Marco un rumbo eterno, paralelo a la costa, la silueta del continente siempre a la vista, proyectado en la pared de la caverna, sin contaminación, siempre fuera del alcance de las manos.


sábado, 2 de julio de 2011

CANGREJOS

la foto la tomé de aquí

Sábado. Verano. La marea más baja ha dejado al descubierto algunos pecios. Resaca de años, un ligero dolor de cabeza. Kilómetros de arena para recorrer con los pantalones remangados. Algunos cangrejos huyen, de espaldas, sin saber dónde está el mar ahora. Era quizá más fácil explorar la bahía a nado, no arriesgarse, siempre desde la superficie, flotar, vivir de espaldas siempre mirando al cielo. El buque de guerra ahora varado sobre la arena es un fantasma de herrumbre, afecto y tiempo malogrado. Sólo sirve para enredar a las algas, para que los peces jueguen al escondite. Hay otros barcos, más modestos. La marea aún no ha descendido como para descubrir los trasatlánticos. Es posible que la vida no sea más que eso, nadar cuando nos sea permitido, sentir cómo se hunde la arena bajo los pies, tratar de reconocer lo amado en los restos visibles, beber cerveza para nunca conjurar los invisibles. Reírse con amabilidad de los pobres cangrejos, siempre de espaldas; descubrir que no huyen, que tan solo es su forma de buscar el camino de vuelta.